EFE (Holanda), 3.01.2020

El Gobierno holandés ha puesto fin esta semana a la línea de ayuda telefónica que estableció hace siete años para atender a los seguidores vulnerables de sectas y comunidades religiosas cerradas, en medio de polémicos casos y del rechazo de expertos y antiguas víctimas de cultos.

La línea directa dejó de existir en esta fecha, después de que el Parlamento decidiera detener el subsidio que se ofrece a este sistema de ayuda a las víctimas de las sectas, a pesar de haber casos recientes que señalan la existencia de seguidores amenazados y vulnerables en comunidades cerradas. Solo el pasado año se registró un récord de 103 llamadas telefónicas de emergencia a la línea conocida en neerlandés como Sektesignaal, lo que supuso hasta 80 «informes muy serios», casos que necesitaban ayuda urgente y que suponen una señal alarmante sobre el peligro de las sectas. Esta línea directa recibió llamadas sobre sesiones de curaciones de ayahuasca, que causaron la muerte de dos personas en los últimos años.

El caso de la holandesa Geertje Tobé es otro de los más sonados en Países Bajos. Víctima de la Iglesia de Dios Todopoderoso, pasó 18 años en manos de esta secta, sin poder ver a su hija y completamente entregada al culto. «Lo perdí todo. Mi dinero, mi autoestima, mi cuerpo», relató en su libro autobiográfico. Fue recibida por el líder y autoproclamado profeta Sipke Vrieswijk, un encuentro seguido de años de abusos sexuales, orgías en las que las niñas eran consideradas «novias de Dios», y drogadicción causada por pastillas que le fueron entregadas, en un principio, como suplemento de vitaminas. Ahora lamenta la detención de esta línea telefónica porque «antes ya era muy difícil conseguir ayuda, pero ahora ya no queda ninguna opción».

La portavoz de Sektesignaal, Karin Krijnen, explicó al diario holandés AD que también recibieron «muchas llamadas telefónicas sobre cursos de atención personal o para lograr la felicidad, que finalmente resultaron en abusos sexuales o financieros a los participantes», especialmente a chicas jóvenes. «Hemos recibido denuncias de mujeres a las que solo se les permitía tener relaciones sexuales con el líder (de la secta), o de personas que tenían que participar en rituales sexuales grupales. A veces hasta los niños tenían que mirar, y ellos no tienen capacidad de elegir, es lo peor de todo», explicó Krijnen. En otros casos había rituales obligatorios relacionados con la comida, como en 2017, cuando una mujer murió de hambre en Utrecht porque pertenecía a una secta que creía poder vivir de aire y luz.

Otra víctima se vio obligada a cocinar para el resto de los miembros de la comunidad, pero el líder no estaba satisfecho con el resultado, por lo que la obligó a comerse ocho raciones de su guiso, hasta que se puso enferma y optó por contactar a la Sektesignaal pidiendo ayuda, según Krijnen, quien subrayó que los casos no dejan de «sorprender». Cómo es posible que los miembros de una secta lleguen tan lejos? «Eso va muy poco a poco, las personas que se ven en una situación así están, a menudo, buscando algo. Tienen unos treinta años, pareja, trabajo, y piensan: y esto es todo? Así acaban en grupos de mindfulness (conciencia plena). Otros han tenido alguna experiencia traumática y buscan aliviar su dolor o tristeza», explica la portavoz.

Esta línea se creó en 2013, después de que un programa periodístico sobre sectas en los Países Bajos pusiera de relieve cómo comunidades religiosas cerradas persiguen principalmente el dinero de sus seguidores y los obligan a participar en actos sexuales. Los que han contactado la línea directa han sido muchas veces amigos o familiares de la víctima que «ven cómo esta va desapareciendo poco a poco, ya no queda con ellos o da mucho dinero a ciertos grupos, incluso hay gente con cáncer que ha detenido de repente su tratamiento para ir por una vía alternativa» dentro de la secta. Los familiares son también quiénes han llamado a esta línea durante el último mes alertando del vacío que dejará el apagón de la ayuda telefónica especializada, que estaba disponible de lunes a viernes. El diputado socialista Michiel van Nispen aseguró que, a pesar de no haber miles de casos cada año, «eso no limita el sufrimiento de estas personas y sus familiares».

El liberal Jeroen van Wijngaarden advirtió que hay que saber a dónde pueden ir ahora las víctimas porque «no queremos sociedades paralelas donde la igualdad no se aplique, y un culto no puede ser una tapadera para cometer delitos». En su último informe oficial, el Ministerio de Seguridad y Justicia estima que hay «cientos» de sectas en el país, y, hasta ahora, se denunciaron 84 movimientos diferentes por abusos con un «componente psicológico», es decir, presión y manipulación para acudir a cursos costosos, donar dinero o renunciar a la vida privada o personal.

El pasado octubre, la Policía holandesa localizó a un padre, miembro de la Secta Moon, que había retenido a sus seis hijos en una granja en la población holandesa de Ruinerwold (Drente) durante una década sin contacto con el exterior y sometidos a diferentes tipos de abusos. «La gravedad de los abusos dentro de los grupos cerrados a menudo no es reconocible: abuso infantil, violencia, explotación sexual y laboral, abuso financiero y psicológico. Las víctimas y sus familiares, que buscan ayuda, apoyo y asesoramiento, se encuentran con el desconocimiento y la incomprensión», lamenta Sektesignaal en su página web, donde se despide pidiendo que se recurra a la Policía en caso necesario.