JUAN JESÚS AZNÁREZ, El País,  Tokio – 26/08/1992

Uno de los 40.000 contrayentes a dedo, un beato japonés con una miopía salvadora, fue emparejado por el reverendo Moon con una coreana de 70 años y cataratas. «Padre, muchas gracias», exclamaba el, nuevo desposado, a coro con el resto de los novios participantes en la mayor boda múltiple que recuerda la historia. Los esponsales de las 20.000 parejas de miembros de la Iglesia de la Unificación tuvieron lugar ayer en el estadio olímpico de Seúl, y otras 10.000 se casaron, vía satélite, en Kenia, Brasil o Filipinas.El reverendo Sun Myung Moon, retomado el báculo de mesías tras cumplir 14 meses de cárcel en Estados Unidos por evasión de impuestos, impartió la bendición a todos y su hisopo diezmó el rebaño. El beato nipón, que, como sus compañeros, deberá esperar 40 días antes de proceder al disfrute del matrimonio con la anciana impedida, también lloraba. Aseguran los sacerdotes que las únicas lágrimas vertidas en el estadio fueron de felicidad. «El maestro ha conseguido trocar el sufrimiento en alegría», afirmó, con orgullo, Yang, director del Departamento de Bodas Internacionales, uno de los negociados con más éxito de la secta.

El reverendo, a quienes sus seguidores emparentan con Adán y atribuyen capacidades de estadista, ofició coronado y con túnica ribeteada en oro. Ellos iban todos con traje oscuro y corbata roja, y ellas, con atuendo blanco de princesa con velo a juego. «¿Prometéis, como hombres y mujeres maduros que sois, consumar la creación de Dios y convertiros en marido y mujer para siempre?». Las parejas, dando el sí en diferentes idiomas y casi todas con un noviazgo de horas o por correspondencia, fueron seleccionadas por el infalible Moon en función, dijo, de la nacionalidad o de sus afinidades físicas o intelectuales.

La feligresía procedente del Primer Mundo pasó antes por caja con un talón de 120.000 pesetas y la del Tercer Mundo, con otro de 30.000. La avalancha de fieles casaderos aumentó tanto que el reverendo debió ayudarse con ordenadores y un pelotón de sacristanes para procesar las fotos y biografias de los pretendientes. Todos fueron sometidos a la prueba del sida. Desde Detroit llegó Harry Mazei, de 29 años, con una envidiable profesión de fe. «Tenemos que confiar en su selección y repetirnos: confío en Moon, luego mi matrimonio será un éxito».

El único éxito asegurado en Seúl fue el económico. La Iglesia de la Unificación, con intereses en el sector editorial, automovilístico y de los refrescos, recaudó 24 millones de dólares, después de pagar 24.000 por el estadio y 115.000 por acceder al satélite de comunicaciones. Los más intransigentes lectores del catecismo del padre Moon llevarán un romance de uno o dos años antes de cumplir el débito. El plazo varía según la edad y planta de los cónyuges.